martes, 2 de diciembre de 2008

ESE MOMENTO FUGAZ QUE SE FUGA

La alegría es casquivana. A veces se aparece por ahí, nos hace un guiño y se va. Cuando animados por sus devaneos nos lanzamos a perseguirla, entonces voltea con rostro serio, frunce el entrecejo y apura el paso ofendida. Claro, ello nos deja confundidos y a veces avergonzados. ¿Qué le pasa a la alegría? Cuando me hago un examen reflexivo, pienso que tengo todas las condiciones para obtenerla. Dios me las ha concedido y se lo agradezco, pero me falta capacidad para retener el contento. Anoche, en una película de esas que uno ve por ratitos, oí una expresión que me estremeció. Un hombre, mirando un crucifijo le decía a Cristo: "Tú estás clavado en esa cruz, sí, pero todo el mundo te habla y te alaba; vamos a hacer una cosa, cambiemos de lugar, déjame tomar tu puesto allá arriba y ven tú a vivir". Tuve un segundo de solidaridad con esa expresión, lo que me produjo escalofrío. Hoy no es así, fíjense ustedes; hoy anda por aquí la casquivana revoloteando y tratando de seducirme. Pero ese es el problema: ¿y si le hago caso y después se aleja disgustada? Es la gran contradicción que con tozudez nos plantea tal coqueta, amigos; o no aparece, o hay que ignorarla cuando se presenta. ¿Entonces cuándo la disfrutamos?
César O. Guevara R.

No hay comentarios: