martes, 2 de diciembre de 2008

“E L F I L O S O F O”




A excepción de papá, nadie supo de su nacionalidad ni de donde provenía. No se porque, siempre le supuse Griego. Tampoco supimos su verdadero nombre. Era un hombre delgado, de mediana estatura, encorvado y de edad indefinida. Callado, taciturno, discreto, respetuoso y respetado. Siempre vestido de negro y en las manos libros y alguna bolsa contentiva de quien sabe que.
No recuerdo si llego algún día cualquiera, o si ya estabas allí cuando llegamos nosotros. Papá le llamaba “El Filósofo”. Solo él sabia porque.
No recuerdo ningún cruce de palabras ni de saludos entre nosotros.
Una aureola de misterio rodeaba su existencia.
No tenia familia conocida. Ni esposa, ni hermanos ni, hijos. Vivía en soledad y esa era su única compañía conocida.
Jamás compartió nuestra mesa pero vivía en nuestra casa, en el cuarto que le había asignado papá. Era el último cuarto de nuestra casona colonial. Lo recuerdo con claridad. Era una habitación oscura, tétrica, misteriosa para aquellos niños que recorríamos con plena libertad todo aquel inmenso caserón. Aquel aposento nos estaba vedado, mitad por miedo, mitad por respeto a una orden de nuestro padre. Ese era el Cuarto del Filósofo, así se conocía y así se respetaba.
Un día sin nombre y sin fecha se nos dio la noticia: “Murió El Filósofo”. Nadie recuerda si falleció en algún hospital o allí en su cuarto, ni como ni donde fue enterrado. Entonces la muerte se enseñoreo en aquella habitación y se torno mas tétrica.
Nuestro padre, quizás en un intento de restarle aquel hálito de misterio, metió en ella algunos guacales rellenos de paja y aserrín, para que sirvieran de ponederos a algunas pocas gallinas que sobrevivieron a la mortandad ocurrida en el gallinero del corral. Desde entonces, nos acercábamos mas, pero jamás desapareció nuestro temor.
En alguna oportunidad papá nos mando a revisar los guacales y a sacar los huevos. Fuimos todos. Pero en la puerta de aquella reducida habitación se había posado una inmensa mariposa negra. Nadie entro. Entonces, nuestro padre, para deshacernos del miedo nos dijo: “No teman, es el alma del Filosofo que vino a visitarnos”.
Desde entonces, siento un incontrolable temor por las grandes mariposas y veo en ellas, su alma peregrina.


Moisés Guevara.
Ccs, 15 de octubre de 2008



Escribo esto en memoria de mi padre, empedernido protector de los humildes y en la de aquel misterioso hombrecillo que definitivamente marco nuestras vidas, esperando que ambos descansen en paz donde quiera que estén.
MG.

No hay comentarios: